Historias de Calle
Recientemente en un sitio de internet nos encontramos con la historia de don Pablo, un adulto mayor de 74 años que frecuenta las calles de Copiapó indicando haber tenido una familia de la cual hoy no se sabe nada.
Relatos como éste se repiten y son cada vez más frecuentes. Sin ir más lejos, en el plano local se nos viene inmediatamente a la mente la imagen del 'Capitán', un adulto mayor que se estableció entre las calles Janequeo y O'Higgins, trasladando sus objetos personales y cuidando ese entorno que hace propio y cotidiano.
En ambas historias, el común denominador para llegar a vivir en la calle es el haber experimentado profundas situaciones de dolor, abandono y desencuentros, el tener alguna enfermedad física o mental y la carencia de redes de apoyo; aspectos que mezclados con el actual estilo de vida de nuestra sociedad, han incidido para que estos miles de chilenos pasen imperceptibles ante nuestros ojos.
La situación de desamparo a la cual se ven expuestos diariamente muchos de nuestros compatriotas es brutal.
Por ello, y desde hace 70 años, como Hogar de Cristo venimos trabajando arduamente en pos de superar esta cruda realidad que nos afecta como país, esforzándonos constantemente por brindarle un trato digno y un acompañamiento ameno y cercano a estas personas, puesto que más que entregarles una taza de café o servirles un plato de comida caliente, nuestro objetivo como Fundación es tratarlos como iguales a través de simples gestos que, aunque para uno normales, para quienes no los reciben a diario representan muestras genuinas y valiosísimas de respeto, dignidad y cariño.
En nuestra región hemos avanzado en el reconocimiento de esta problemática, sumando con vigor y entusiasmo a otros actores clave pero este trabajo todavía es insuficiente.
Cada vez se hace más urgente la realización de un nuevo catastro que nos permita dimensionar la situación actual de cada una de las personas que viven en situación de calle, y a través de estos resultados poder desarrollar e implementar políticas públicas especialmente destinadas a esta población.
No obstante, la invitación más importante aún es el que tanto sociedad civil organizada, empresas privadas, el Estado y cada uno de nosotros como chilenos, sigamos trabajando en conjunto de tal manera de lograr el sueño de contar con un país más justo, inclusivo y solidario.