El ciudadano Soto y la UDI
Durante el último tiempo el pastor Javier Soto se ha convertido en uno de esos personajes mediáticos que en ocasiones irrumpen en el espacio público; sin embargo y más allá de lo "pintoresco" que pueda resultar este ciudadano, sus actuaciones no deben pasar en vano o ser indiferentes a la ciudadanía. Javier Soto constituye una expresión del fanatismo religioso, aquella que busca imponer violentamente al resto sus creencias y patrones culturales, y quienes no se sitúen en dicha concepción de la realidad pasan a convertirse en pervertidos, enfermos o pecadores.
Lo llamativo del espectáculo que continuamente nos entrega Soto, es constatar cierta pasividad que existe por parte de los ciudadanos. Se dice que no está en su sano juicio, incluso tildándolo de loco. Quedarse en aquello, es simplemente caricaturizarlo, pero aun, se tiende a naturalizar su discurso, lo cual constituye un grave problema, porque termina legitimándose socialmente.
Por otro lado tenemos a la UDI, partido directamente vinculado al caso Penta y desde que comenzaron a salir las primeras informaciones, la estrategia del gremialismo ha sido bajarle el perfil al tema o minimizarlo (filtraciones de la prensa), señalar que son casos puntuales que afectan a ciertos militantes (y qué militantes, un ex subsecretario de gobierno, dos senadores y un histórico dirigente del partido, entre otros) y en el último tiempo recurrir a la estrategia comunicacional del empate político, lo anterior a propósito de la recaudación de fondos en un yate para la campaña de doña Michelle Bachelet.
Pero no es todo, durante los últimos meses la UDI se ha opuesto a cuanto proyecto se ha presentado en el Congreso. Oposición a la reforma tributaria, educacional, laboral, fin al binominal, al pacto de unión civil, voto de chilenos en el extranjero, entre otros.
Ahora ¿qué similitud pueden existir entre el ciudadano Soto y la UDI?, mientras el primero le causa un daño a determinados sectores del mundo evangélico, la UDI se lo hace a la política con sus cuestionables prácticas, su discurso de "emporcar" al resto, creando la sensación que todos los políticos son corruptos, así como su estrategia de resistir para mantener la herencia de la dictadura.
Javier Soto y la UDI desde sus particulares realidades (religiosas y políticas) constituyen la misma expresión de un discurso mesiánico, excluyente, la política binaria, la intolerancia cultural, el pensamiento autoritario y una concepción de la realidad que naturaliza lo social.
Por eso, critiquemos y desterremos estas aciagas prácticas y discursos, para así defender la democracia y la buena política, ya que sin ella la sociedad se vacía y no se piensa y construye colectivamente.
La impensada muerte del juez argentino Alberto Nisman, el hombre que acusó a la presidenta argentina, Cristina Fernández y a su canciller, Héctor Timerman, entre otros dirigentes oficialistas, de acordar "la impunidad de Irán", vuelve a poner un manto de dolor sobre ese país hermano.
Nisman (51), se encontraba realizando la investigación del atentado contra la Asociación Mutual Israelita Argentina (Amia), ocurrida en 1994 y que costó 85 muertos y más de 300 heridos. El juez fue encontrado muerto la madrugada del lunes en su departamento, precisamente horas antes de presentar los detalles de su denuncia ante el Congreso trasandino.
Doloroso lo ocurrido en un país tan cercano, tan rico y que tanta influencia ha generado por décadas en nuestra América del Sur.
Pero hace años que Argentina no es la misma. De ser la séptima potencia económica mundial, ser referente en ámbitos como la educación, la salud, tecnología, la cultura, ha pasado a ser noticia permanente de situaciones anómalas, cuestionables y nefastas para su pueblo.
Sólo hace algunos años tuvieron un descalabro enorme tras la salida de Fernando de la Rúa. Una época de descontrol, de anarquía política y de destrucción de los valores y fortalezas de un país con enormes ventajas y potencialidades.
Lamentablemente, Argentina no es hoy un modelo de desarrollo, lo que es malo para el continente, considerando el peso que tiene. Los problemas de ese país, de Brasil, o México se sienten negativamente alrededor.
Resulta inquietante, e incluso hasta penoso, observar la persistencia en la destrucción de la institucionalidad de ese vecino país. Los cuestionamientos hacia su clase política, económica, hacia el poder judicial, la policía, los empresarios, los dirigentes gremiales, hablan de una sociedad fragmentada a la que le costará años recuperarse.
Una sociedad culta y educada como la trasandina no se merece vivir situaciones de esta naturaleza; sin embargo, queda la convicción que este tipo de hechos oscuros son sólo consecuencias de un cúmulo de ataques previos a su nación. Lamentable.