El ocio legislativo
No ha sido un buen año, y no es necesario que sea 28 de diciembre, Día de los Inocentes, para recordar y escribir acerca de hechos estrafalarios.
Algo debe estar fallando en la clase parlamentaria, puesto que evacuan ideas cada vez más absurdas: partimos con la ley del salero y seguimos con la ley del jarro, y vamos culminando y riéndonos con ese proyecto de ley del audífono. Ahora se pretende castigar a los pájaros que van por la calle distraídos escuchando música con enormes fonos, los que han puesto de moda futbolistas millonarios.
Es cierto que es incómodo encontrarse con uno de esos imberbes que caminan sordos y distraídos por la vereda, que no saben dónde están ni quiénes son, que van achicharrando con delirio la última neurona que les queda en la cabeza, pero de ahí a pretender que una ley va a cambiar el panorama es de una falta de criterio del tamaño de un elefante. Y conste que me he encontrado con estos ejemplares varias veces, caminan por las ciclovías como idiotas de manicomio premunidos de audífonos que - contra la corriente de la tecnología - son cada vez más grandes y vistosos. Bien les vendría un atropello, para empezar.
El problema es el ocio legislativo: ¿En qué momento estos sujetos que hemos elegido, y que reciben un salario más que , matan el tiempo ideando leyes ridículas e inaplicables, mientras un montón de cuerpos legales urgentes duermen en sus carpetas?
Entonces, para celebrar este Día de los Inocentes, imaginemos que se ha aprobado la ley, y que es una falta grave andar caminando por la ciudad y escuchando música de manera distraída. ¿Cuántos carabineros serán necesarios para fiscalizar que los mocosos no porten audífonos ni música a alto volumen? A ver, ¿qué está escuchando usted, permítame sus fonos? De seguro la condena sería de acuerdo a la banda sonora. Si escuchas a Los Prisioneros, te requisan el equipo. Si escuchas , te vas a la comisaría a explicarle tu causa a un oficial. Si escuchas a Arjona, cadena perpetua efectiva.
Y para cuando en pocos días estemos en 2015, los ciudadanos de a pie quisiéramos un poquito más de esmero en la casta de legisladores: más tino y menos televisión, más racionalidad y menos estrellato con proyectos de ley que se escriben y arman con un codo borracho. Sin embargo, sabemos que es como pedir milagros, y que probablemente vienen ideas todavía más absurdas: ¿Qué tal, por ejemplo, la prohibición de usar lentes oscuros durante la noche? ¿O una ley tajante que prohíba usar un calzoncillo más de un día seguido? Sí, parece divertido, pero no lo es, porque en la mente de algún diputado algo así, o peor, se estará gestando en este momento.