Consumo de alcohol, consecuencia de una identidad maltrecha
Disminuir el consumo perjudicial de alcohol es relevante para el logro de una mejor convivencia social, en especial al interior de muchas familias. Los efectos sociales y biológicos vinculados a esta forma de consumo, están documentados en la investigación científica. Por esto, las políticas públicas han intentado con mayor o menor acierto desarrollar estrategias de prevención, dados los enormes costos económicos y sociales asociados a esta conducta de riesgo.
Buscando las explicaciones para comprender este fenómeno, podemos articular algunas ideas. En primer lugar, asistimos a un declive de las grandes representaciones y ordenadores de la vida en sociedad: religión, Estado, nación, educación, entre otras, que tienen para muchos una influencia superficial y fragmentada.
Lo anterior lleva a que la identidad se construya en un modelo de 'hágalo usted mismo', pero con la salvedad de que el manual de construcción no se encuentra disponible.
Este ambiente que rodea el desarrollo de la adolescencia pudiera no ser facilitador para que se obtenga sostén a las angustias propias del desarrollo. Estos sujetos-jóvenes son lanzados muy rápido al mundo. Así, el consumo perjudicial de alcohol es una señal de alerta frente a la sensación de miedo que provocan estos procesos de cambio y desarrollo.
En segundo lugar, los jóvenes perciben que la ingesta de alcohol no tiene peligro para sus vidas; todo lo contrario, es capaz de generar un espíritu apropiado para disminuir mágicamente las defensas psicológicas que generan inhibiciones al reemplazar el estrés de los cambios por la euforia y la desinhibición.
De esta forma, el consumo perjudicial de alcohol sostiene la ilusión de invulnerabilidad, de andar liviano por la vida, de estar dotado con creces de las capacidades requeridas para tomar el control de la vida. Compartir unas copas de alcohol es, en sí mismo, un acto de comunicación, en que se recibe una confirmación social, de ser parte de un grupo social. Aquello apoya falsamente la identidad personal e incluso provee el sentido de permitir el acceso a las cosas que son valoradas por el mundo adulto, pero aún prohibidas o limitadas para esta etapa de la vida. Consumirlo, entonces, provoca un sentimiento muy atractivo de transgresión y complicidad.
La forma en que los adolescentes tempranos consumen alcohol es el mejor antídoto a una identidad maltrecha, obligada a aferrarse a un falso sentido de protección y pertenencia en un grupo de pares. Se trata de un mal recurso para el desarrollo, pero es lo que muchos adolescentes disponen de forma fácil para tener un ambiente que permita calmar sus angustias.
Cambiar el curso de estos acontecimientos puede estar determinado por brindar ambientes facilitadores tanto en las familias como en las instituciones educativas, que permitan fortalecer nuestra capacidad para sostener las angustias y dudas de los cambios. Asimismo, brindar espacios públicos y privados para cuidar el cuerpo y tener una alimentación saludable así como presentar nuevas y variadas oportunidades para que se puedan manifestar los talentos y virtudes que todo joven posee y que muchos siguen esperando aparecer sólo a partir de una condición más amorosa e incondicional del mundo adulto.