El arte de leer la Biblia
El periodista Abraham Santibáñez, por quien tengo un gran respeto, criticó en una columna ('El arte de entrevistar', 28 de julio), y con justa razón, la entrevista realizada por Carlos Peña a Nicolás Eyzaguirre, por no haber tenido la capacidad de enfrentar imprevistos y haberse ceñido a un esquema invariable de preguntas, lo que revela la ausencia en Peña del 'arte de entrevistar'.
Tal columna pudo haberse titulado 'pastelero a tus pasteles'. Sin embargo, cayó en lo mismo al escribir en otra columna ('Los rostros de Dios', 4 de agosto) sobre el Dios del del Antiguo Testamento, violento y vengativo, y el del Nuevo Testamento, misericordioso, incurriendo con ello en un antiguo error, muy difundido entre quienes tienen un conocimiento superficial del tema, incluidos muchos cristianos.
Marción, un cristiano del s. II d.C., distinguía entre el Dios del Antiguo Testamento, celoso, sanguinario, vengativo, y el Dios Padre bondadoso testimoniado por Jesús y algunos escritos del Nuevo Testamento. Según esto, aceptó como Sagrada Escritura sólo el evangelio de Lucas y las cartas de Pablo. Esta doctrina fue calificada ya en aquel tiempo como herética, pero, como vemos, sigue vigente.
El error radica en que se toma la parte por el todo. Pero en el Antiguo Testamento, encontramos numerosos textos sobre la misericordia de Dios. Veamos un par de ejemplos. En Éxodo 34,6-7, Dios se presenta a Moisés con cinco adjetivos que expresan su bondad: 'misericordioso y clemente, lento a la cólera y rico en amor y fidelidad'.
Dice también que 'mantiene su amor por mil generaciones y perdona la iniquidad, la rebeldía y el pecado, pero no los deja impunes; que castiga la culpa de los padres en los hijos y en los nietos hasta la tercera y cuarta generación', texto que se ha malinterpretado, pues, debido a nuestra sensibilidad actual, nos preguntamos cómo es posible que el pecado de los padres se castigue en su descendencia, considerando esto una injusticia.
En realidad, el peso del texto está en la comparación que se hace de la capacidad de perdón de Dios y su capacidad de castigo, si lo llevamos a porcentajes, resulta que si Dios perdona a mil generaciones y castiga a cuatro, su capacidad de castigo es del 0,4%... ¡no llega ni siquiera al 1%!
El profeta Oseas, Dios ante la rebeldía de Israel dice: 'Con cuerdas humanas los atraía, con lazos de amor; yo era para ellos como los que alzan a un niño contra su mejilla, me inclinaba hacia él y le daba de comer… Mi corazón se convulsiona dentro de mí, y al mismo tiempo se estremecen mis entrañas. No daré curso al furor de mi cólera, no destruiré a Efraín, porque soy Dios, no hombre; el Santo en medio de ti, y no vendré con ira' (11,1-4.8-9).
Difícilmente se puede expresar de mejor manera la ternura de Dios.
Pasajes como éstos dejan sin fundamento la contraposición entre un Dios violento del Antiguo y uno misericordioso del Nuevo Testamento.
No sólo entrevistar es un arte, leer la Biblia también lo es.