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Falta de médicos

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Las cifras en la salud pública en cuanto atención primaria son lapidarias: faltan 2.500 médicos a nivel nacional, lo que significa que diariamente se dejan de atender unos 30 mil pacientes, tema que nuestros lectores en el Bío Bío dejan de manifiesto con mucha frecuencia.

Esto es fundamental, toda vez que la única forma de liberar a los hospitales de presiones innecesarias es que la atención primaria sea capaz de cubrir las necesidades que le corresponden.

A ese respecto se han reunido la Confederación Nacional de Funcionarios de Salud Municipal -Confusam- y el Ministerio de Salud para estudiar la posibilidad de que los facultativos que no han rendido el Examen Único Nacional de Conocimientos de Medicina, Eunacom, situación en la que estarían unos 1.700 médicos, puedan desempeñarse en el nivel primario. Se trata fundamentalmente de extranjeros, ante la renuencia de sus pares chilenos para cubrir los puestos de este gran déficit.

De hecho en este momento hay más de mil médicos, tanto extranjeros como chilenos, que trabajan en la atención primaria municipal sin haber aprobado el Eunacom. En la Confusam hay consenso de que sin su presencia las consecuencias serían 'catastróficas'.

A esta entidad le sorprende que el Eunacom sea obligatorio para quienes se desempeñan en la salud pública y no lo sea para la privada, configurándose una clara discriminación. Eso se traduce en que un médico del sistema privado no puede trabajar en el público.

La idea urgente es que el ministerio realice un estudio que permita regularizar la situación de los 1.700 médicos que no han rendido en el Eunacom, que lleguen a la atención primaria pero con el compromiso de permanecer en ella durante un tiempo 'prolongado'.

En este momento a nivel regional y nacional hay problemas con la salud pública ante la aparición de las enfermedades propias de la época y la falta de médicos se hace más notoria y dramática, en especial para los sectores desvalidos que carecen de medios para financiar otras opciones.

El pase escolar

tito matamala

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Y si llegásemos a un idílico momento en que la educación - particularmente la universitaria - sea gratuita de gratuidad total, la réplica inmediata del valeroso estudiantado en la lucha sería algo así como '¿y la pensión, y los alimentos, y el vestuario, y los libros?'

Cien mil muchachos marchando en las calles del país por el derecho a una ropa digna y de calidad. Y a la moda y de marca. Sigamos fantaseando y acordemos en que todo eso también se les concede. Pero no termina ahí.

Eso que llaman petitorio es una suerte de animal mutante que nunca queda satisfecho con lo que le dan de comer. Enseguida, al despertar de una leve siesta, pedirá más: ¿y las monedas para los cigarros y las cervezas? ¿Y los vales para los conciertos en vivo? Otros cien mil estudiantes en las calles con pancartas acusando que 'La gratuidad en la educación es el opio del pueblo, ¡habrá Samsung Galaxy para todos, o no habrá Samsung Galaxy para nadie!'

La controversial Reforma Educacional que ahora se discute no surgió por las cavilaciones eruditas de expertos en el tema, ni por una especie de iluminación celestial de la clase política, sino por la cabrería entusiasta que recitaba consignas anquilosadas en las calles: fin al lucro, fin a la ley de gravedad. De ahí, se pasó primero al miedo: estos cabros son muchos y se movilizan sin tomarnos en cuenta. Y luego a la táctica: estos cabros tienen razón y son populares, ¡vamos con ellos!

Hoy en las universidades la pancarta de moda dice: 'No a la reforma'.

Un ejemplo esclarecedor de que no todo lo que exijan los estudiantes debe serles otorgado es el pase escolar. Antiguamente, el pase de movilización cumplía una tarea específica y delimitada: permitía que el muchacho se trasladara de la casa a su centro de estudios con una rebaja ostensible en el precio del boleto, puesto que dicho viaje se realizaba al menos dos veces al día. Pero tal beneficio no era suficiente: no cubría los horarios nocturnos, los fines de semanas, ¿y las vacaciones?

Más que estudiante, se creó una nueva clase social: un joven con privilegios todo el año. ¿Cuántos modestos obreros de la construcción desearían lo mismo? Y no nos metamos en el lío de que esos educandos se suben a la micro un sábado por la noche - sin un cuaderno ni un libro en la mano - pagan su pasaje borrachos como zapatillas y agresivos ante cualquiera que les enrostre su conducta. Otros tantos pasajes tendrán como destino el cine, la casa de la polola o el estadio.

Los excesos en el pasaje escolar se reflejarán sin duda en una reforma que surgió de mala manera, como si el papá de la casa le pidiese consejos presupuestarios a su hijo en pañales.

Más que estudiante, se creó una nueva clase social: un joven con privilegios todo el año. ¿Cuántos modestos obreros de la