El Papa Francisco pidió que Jerusalén sea la verdadera 'Ciudad de la Paz', una ciudad viva abierta a todas las personas, en la última jornada de su peregrinación a Tierra Santa, dedicada al diálogo interreligioso con musulmanes y judíos.
El Pontífice inició ayer su apretada agenda con una simbólica subida al corazón del conflicto de Oriente Medio: la explanada de las Mezquitas o Monte del Templo, cuya heredad se disputan ambas confesiones. Allí, hizo el primero de sus llamados al diálogo y a la comprensión.
Pidió a judíos, cristianos y musulmanes que abran sus corazones y su mente para entender al otro, ya que el conocimiento mutuo es la vía para superar las barreras y los conflictos.
Además, exigió que nadie use el nombre de Dios para justificar la violencia y reclamó la figura de Abraham como ejemplo.
GUIÑOS
Un mensaje que minutos después trasladó al Muro de las Lamentaciones, único vestigio de aquel templo, al que se acercó y entre cuyas piedras introdujo un papel, con la oración de Padre Nuestro en español.
Después, se convirtió en el primer Pontífice en visitar la tumba del fundador del sionismo, Theodor Herzl, y de camino al Museo del Holocausto hizo una inesperada parada frente al memorial de las víctimas israelíes del terrorismo.
En el Yed Vashem, que recuerda la barbarie nazi, cambió los habituales discursos por una oración.
Pero quizás el guiño más comprometido con la conciliación Francisco lo reservó para su último acto oficial, el encuentro con el nonagenario presidente israelí, Simón Peres, con quien mantuvo un cercano y distendido diálogo.
'Que Jerusalén sea verdaderamente la Ciudad de la Paz. Que resplandezca plenamente su identidad y su carácter sagrado, su valor universal religioso y cultural, como tesoro para toda la humanidad. Qué bello que los peregrinos y los residentes puedan acudir libremente a los Lugares Santos y participar en las celebraciones', agregó.
'Los Lugares Santos no son museos o