Priorizar el gasto
En el Congreso, se discute una ambiciosa Reforma Tributaria con cuyas medidas el gobierno pretende recaudar un 3,02% del PIB. Una cifra cuantiosa que da cuenta del tremendo esfuerzo que deberemos hacer como país para recaudar esa cantidad de recursos, sin frenar el crecimiento.
Al margen de lo acertadas o no que sean las propuestas, un aspecto que nos debe preocupar es la manera en que se gastarán esos recursos. Un alto porcentaje, de acuerdo a los planteamientos del gobierno, será destinado al gasto en educación y a ofrecer formación universitaria gratis a, por lo menos, un 70% de los estudiantes, una vez finalizada esta administración.
Sin duda, esta medida va en sintonía con las exigencias 'de la calle', de los miles de jóvenes que han marchado exigiendo un supuesto derecho a gratuidad. Pero cabe preguntarse si financiar la educación superior de unos 500 mil estudiantes que actualmente tienen acceso a la universidad se justifica en una sociedad con tantas y tan diversas necesidades no resueltas.
Sólo en educación el país tiene una gran deuda con la cobertura en pre escolares y con la calidad del servicio que ofrece a los niños y jóvenes que asisten a enseñanza básica y media. Si pretendemos mejorar la calidad de la educación, resulta clave poner en un lugar prioritario a los niños; en esta etapa debemos nivelar la cancha y lograr que todos los alumnos de enseñanza básica y media del país reciban una formación de un nivel óptimo y no con las abismantes diferencias actuales.
Para conseguirlo, el acento se debe poner, en primer lugar, en la formación de los profesores, en la gestión de los colegios, en la infraestructura y en el acceso a material didáctico y tecnológico. Me parece que, aunque los niños no marchen ni griten consignas, si pensamos en el desarrollo del país debemos priorizar su educación. Sólo mejorando en este nivel conseguiremos que a la educación terciaria lleguen estudiantes con los conocimientos y capacidades para enfrentar la formación universitaria.
Como es urgente abordar las graves falencias con que actualmente los alumnos inician su educación superior, el Estado debe financiar en todas las universidades programas de nivelación que permitan subsanar las deficiencias formativas que arrastran hoy los jóvenes. En la medida que se mejore la educación básica y media, estos programas se harán innecesarios.
En conclusión, si bien las dificultades económicas no pueden ser nunca el freno para que alumnos con mérito accedan a la educación superior, este desafío no debe absorber tal cantidad de recursos que se descuide la base de la formación de nuestros jóvenes, o sea, la educación pre escolar, básica y media.