Sin duda los agujeros negros son uno de los cuerpos celestes que más fácilmente captan nuestra atención e imaginación. Y esta fama es bien merecida. Su atracción gravitacional es tan fuerte que nada, ni siquiera la luz, puede escapar de ellos. En sus cercanías, el tiempo parece transcurrir más lento hasta detenerse por completo, y son los únicos objetos en el universo capaces de destruir información irreversiblemente. Sólo gracias a la genialidad de Albert Einstein, Stephen Hawking y otros podemos hoy entenderlos y, sin embargo, son relativamente simples. Tan simples, que podemos describirlos completamente con sólo tres números: su masa, velocidad de rotación (momento angular) y carga eléctrica.
A pesar de que hace una treintena de años los agujeros negros eran sólo el producto de la imaginación de físicos teóricos, hoy podemos confirmar que son muy abundantes en nuestro universo. Tan sólo en nuestra galaxia, la Vía Láctea, sabemos de la existencia de unos 15 a 20 de ellos, con masas de entre 5 a 20 veces la masa del Sol, cada uno.
Sin embargo, el caso más espectacular lo encontramos en el centro de nuestra galaxia, en la región conocida como Sagitario A*, a unos 29 mil años luz de distancia. En ese lugar podemos encontrar un objeto de unas 4 millones de masas solares en un tamaño menor al de nuestro sistema solar. Si este objeto no era originalmente un agujero negro, colapsaría para formar un agujero negro en sólo algunos millones de años, un instante en escalas astronómicas.
Pero, nuestra galaxia no es la excepción en este sentido. En gran parte gracias al telescopio espacial Hubble, en conjunto con los telescopios gigantes instalados en el norte de Chile, hemos podido confirmar la existencia de agujeros negros similares en el centro de otras galaxias cercanas.
El agujero negro más grande descubierto hasta ahora tiene unas 20 mil millones de masas solares. Más aún, en los últimos años hemos descubierto que existe una relación directa entre la masa del agujero negro supermasivo central y la masa de la galaxia que lo hospeda. Es decir, las galaxias parecen tener el agujero negro que le corresponde de acuerdo a su tamaño. Esto es particularmente sorprendente, pues las escalas involucradas son completamente distintas.
Cuando uno de estos agujeros negros se encuentra en crecimiento, a partir de absorber gas y polvo del medio intergaláctico, este proceso puede emitir grandes cantidades de energía, incluso más que toda la galaxia que lo hospeda.
Todo esto nos lleva a pensar que los agujeros negros juegan un rol fundamental en la formación y evolución de las galaxias en el universo, incluyendo la nuestra.
Explicar esta conexión requiere saber más acerca de la vida de estos agujeros negros gigantes, cómo nacieron y cómo adquirieron las enormes masas que observamos ahora. Es en esta tarea que un grupo de astrónomos de la Universidad de Concepción (UdeC), utilizando los grandes telescopios y radiotelescopios instalados en Chile nos encontramos trabajando.
¡ Esperamos tener grandes noticias muy pronto!