Al vaivén del mercado
Ir al Mall Plaza del Trébol en sábado o domingo se ha transformado en una especie de pesadilla; con las obras de la Avenida Alessandri (nuevamente postergadas en su plazo de entrega), circular por ahí es de verdad algo caótico.
Después de lograr ingresar a la "plaza" con mi vehículo, al menos ya dos veces me he regresado ofuscado al no encontrar un lugar donde estacionar de manera correcta y después de circular muy dificultosamente por entre ese enjambre de volúmenes. Arquitectónicamente ese mall en sus inicios era extraordinariamente simple y claro. Ahora es un artefacto inexplicable y caótico. Si el terremoto del 27/F, o el incendio que ya sufrió algo después, ambos en plena noche, fuesen ahora en horario comercial y en fin de semana, Dios pille confesado a los clientes que allí estuviesen. Efecto y producto del mercantilismo imperante en todas partes (gobiernos, autoridades territoriales, instituciones). Y todo se acepta en función del culto al mercado, o al mercantilismo si hablamos con franqueza.
Pero lo mismo ha sucedido con el barrio Lomas de San Andrés, el vecino más directo de esta "plaza" del Trébol. Comenzó como un amable barrio jardín, con casas aisladas, unifamiliares, de altura controlada, con vistas largas y privilegiadas al paisaje de la Bahía de Concepción por situarse en una colina elevada. Mas, con el Plan Regulador penquista abierto a las opciones mercantilistas, ahora está lleno de pesados bloques de gran altura en sus primeras franjas con frente a la avenida (el imán del mercado).
Lo peor es que estos bloques han comenzado a escalar por la colina, y el hermoso y bucólico barrio-jardín comienza a ser, según algunos, "más ciudad". Para mí comienza a morir el barrio emblemático que alguna vez fue: efectos del mercado (o del mercantilismo, según el prisma con que se observe el fenómeno). Y los habitantes originarios (o los clientes primigenios), como no se organizan, tal vez porque consideran que no es de su nivel social el organizarse y alegar por sus derechos iniciales, nada dicen, solo aceptan. Y así vamos yendo en esta ciudad metropolitana, o el Gran Concepción con el que alguna vez habíamos soñado: al vaivén del mercado (o del mercantilismo, según mi prisma).