Compleja instalación
En una incómoda situación han quedado algunas direcciones regionales de servicio y cargos clave, a largo de todo el país, luego que los titulares nombrados por el nuevo Gobierno no han podido asumir formalmente sus funciones, debido a que los que venían ejerciendo sus funciones desde la administración anterior -y naturalmente identificados con otro color político- han decidido mantenerse en sus puestos.
La razón que se ha esgrimido es que los "antiguos" (o vigentes, ya no se sabe) no han recibido la comunicación oficial desde su superior jerárquico (ubicado en Santiago) o que falta la emisión del respectivo decreto que obligue a la salida de uno y al arribo del otro. Sea como sea, las direcciones regionales de servicio están hoy entrampadas y sin una cabeza visible que, en sintonía con el Poder Ejecutivo, acometa el diseño y la implementación de las políticas públicas que están contenidas en el programa de gobierno que llevó a Michelle Bachelet a La Moneda.
El asunto no es menor si se considera que hace ya prácticamente un mes que el Gobierno tomó posesión del país, tiempo durante el cual se esperaría que los equipos estuviesen conformados y que la gestión pública en las regiones, que es la que ven y sienten diariamente los ciudadanos, se encontrase ya en tierra derecha. Esta partida zigzagueante sólo consigue confundir a la opinión pública y poner un manto de duda sobre la capacidad de gestión que debiese haber en el servicio público.
Se ha dado el caso extremo de directores regionales que después de la foto de rigor ante la prensa ni siquiera han podido entrar a su oficina, ocupada por el anterior (o el vigente), y que se mantienen en el pasillo esperando la renuncia o el mentado decreto.
Desde la propia coalición oficialista se ha advertido que en el nivel central no han sido todo lo prolijos que quisieran para que los superiores jerárquicos dispongan formalmente el cambio en la dirección. Es sin duda una mala señal para las regiones, en el entendido que hasta en estos detalles se comprueba hasta qué punto el centralismo tiene por las cuerdas a las regiones, con direcciones regionales sin un titular definido que haga lo que le corresponde: cumplimentar la labor gubernamental.