Un amigo dice que, tal como ocurre con los terremotos, en Chile aproximadamente cada cuarenta o cincuenta años la olla de presiones sociales entra en ebullición. Y cita como ejemplos la revolución de 1891, las revueltas que terminaron con la Constitución de 1925, el golpe de Estado de 1973 y la efervescencia estudiantil que se inició en 2011.

Otro amigo, sin estimar años ni limitarse al caso nacional, cree en la teoría del péndulo político. A su juicio, las sociedades de países abiertos al mundo pasan años y hasta décadas enfrascadas en un paradigma; hasta que éste empieza a hacer aguas y se muta al modelo competidor, y así de manera sucesiva.

De hecho, recuerda que el neoliberalismo triunfó a fines de los setenta luego que los demócratas en Estados Unidos, los laborales en Gran Bretaña y los socialdemócratas en buena parte de Europa occidental vieran el lento descascaramiento del "Estado del Bienestar"; fenómeno también catalizado por la crisis del petróleo de 1973 y 1974. Así, ahora estaríamos en un nuevo ciclo de retorno a una forma transmutada de auge socialista, aunque Francia nos diga otra cosa.

Por eso creo que el episodio de las retroexcavadoras y aplanadoras va más allá de frases literal y figuradamente pasadas de revoluciones. Es un debate que a los mayorcitos les trae malos recuerdos. Por eso algunos más extremos hasta bromean con "el retorno de la UP" al oír declaraciones encendidas como la de los presidentes del PS y PPD, mientras detrás del mostrador hasta la propia Presidenta intenta ponerle paños fríos a estas salidas de madre, porque sabe que pueden desatar pánico.

Claro, con un escenario de lenta desaceleración económica, es evidente que la centroderecha y el sector empresarial miren con recelo una reforma tributaria, el anuncio de la desmunicipalización de la enseñanza y, por cierto, una nueva Constitución que parece más buscar la legitimidad ciudadana -una suerte de timbre que diga "made in democracia"- que un cambio real de las reglas republicanas.

El diagnóstico de ambos amigos me hace pensar que se vienen años en que el gobierno se jugará por paquetes de reformas audaces, los movimientos sociales siempre se mostrarán insatisfechos y los privados la pensarán varias veces antes de invertir en nuevos proyectos o ampliar las instalaciones existentes.

Desde luego, si lo hacen tendrán un trabajo de hormiga con autoridades y comunidades, desde las bases a las dirigencias de juntas vecinales y organizaciones funcionales. Es el precio de una sociedad más empoderada y politizada, pero no necesariamente más informada. Es el precio de un debate que parece nuevo, pero en el fondo tiene harto de retro.

No es exagerado, ni tampoco un llamado al pánico. El Norte de Chile, debe estar preparado para la ocurrencia de un gran terremoto, con posible tsunami a lo largo de la costa nacional habían advertido desde hace años los expertos. Y ello no pretendía generar alarma, sino que era un llamado a ser responsables y a estar preparados para un escenario que puede ser muy complejo.

Para esta generación, sigue fresco lo ocurrido el 27 de febrero de 2010 en la Región del Bío Bío y la zona central, y poco antes, en 2007 con el terremoto de Tocopilla. Chile está bajo movimiento permanente por el choque de las placas Sudamericana y de Nazca y prácticamente todo nuestro territorio estará sujeto a este tipo de fenómenos, que son normales.

Lo sucedido la noche del martes y la madrugada de ayer, más los sismos del domingo 16 de marzo, nos permite sacar algunas conclusiones básicas y remarcar detalles que conviene tener presente.

Primero, y en general, hubo una mejor reacción de las autoridades y, a continuación una muy correcta respuesta de la población que debe ponerse en relevancia.

Tanto en Arica, Iquique, Antofagasta, Mejillones y hasta localidades muy alejadas del epicentro, como en la zona costera de nuestra región, las familias evacuaron masivamente y con tranquilidad. Obviamente hubo problemas, pero el grueso no tuvo complicaciones y supo qué debía hacer.

Es probable que las mayores complicaciones se derivaron del uso de automóviles que atocharon las calles, lo que viene a recordar que lo mejor es caminar hacia los sitios seguros para evitar el colapso de las arterias y posibles accidentes de peatones y vehículos.

Otro aspecto es el relacionado con tener mochilas de emergencia con elementos básicos como agua, comida, linterna, radio, abrigo y llaves. Lo mismo con tener ropa y calzado cómodo y fácilmente disponible en caso que la emergencia sea de noche.

El punto es que debemos estar preparados para escenarios críticos. El autocuidado y la prevención son la principal herramienta para salvar vidas, junto a una eficiente acción de las autoridades.