Una nueva etapa
Sin duda alguna, se abre una nueva etapa en la historia de Chile, de contornos inciertos pero predecibles. El nuevo gobierno que asume tiene en sus manos prácticamente todo el poder, sin una oposición que pueda hacerle un peso verdaderamente efectivo, con lo cual las decisiones, o la gran mayoría de las decisiones, vendrán solamente de su sector, como puede vaticinarse de acuerdo a las diferentes comisiones legislativas de ambas cámaras del Congreso.
¿Qué va a ocurrir aquí? En realidad, existen varios antecedentes que hacen predecirlo. Por ejemplo, el español, cuando Felipe González obtuvo la mayoría absoluta en el Parlamento, con lo cual hizo una serie de reformas -algunas bastante bestiales-, que en parte son responsables de la profunda crisis española de hoy, y que se presume, durará mucho tiempo.
Pero además tenemos el ejemplo de Venezuela, país en el cual, so pretexto de una Asamblea Constituyente y una nueva Constitución, se terminó dando un verdadero golpe de Estado con apariencia de juridicidad. En efecto, al generar una nueva institucionalidad, los poderes del Estado, formalmente separados, acabaron dependiendo solamente de uno solo: del presidente. Ello, porque quien detenta la soberanía puede modifícalo todo, incluso cambiar las fronteras, como alguien dijo alguna vez. Por tanto, si aquí se quiere hacer una Asamblea Constituyente, es casi seguro que se hará un traje a la medida de las nuevas autoridades.
De esta forma, en Venezuela el Estado de Derecho ha pasado a ser una ficción, puesto que el poder se concentra en unas solas manos, y se deviene en un asfixiante, corrupto e inepto caudillismo, con todas las consecuencias que hoy sufre ese país (que hace recordar las de Chile en 1973), que curiosamente han recibido muchas menos condenas de las que cabría esperar.
A lo anterior hay que añadir el caso mexicano, que literalmente, se ha entregado completamente a los criterios internacionales, sobre todo a lo que disponga la Corte Interamericana de Derechos Humanos, comprometiéndose no sólo a acatar sus fallos a pies juntillas, sino a adecuar e interpretar todo su ordenamiento jurídico siguiendo obedientemente sus postulados.
En consecuencia, tendremos profundas reformas, tanto en lo económico y sobre todo en el plano moral, que van a traer profundos cambios a nuestra sociedad.
Se inicia, sin lugar a dudas una nueva etapa en la historia de Chile y habrá que prepararse para enfrentarla. Esperamos que no se cumpla aquí la misma frase profética dicha por Alfonso Guerra en España: "Vamos a dejar a Chile tan distinto que no lo va a reconocer ni la p… madre que lo parió".