El legado del radiólogo Javier Opazo seguirá volando en la Región
Con gran sorpresa amigos y familiares del destacado profesional penquista de 40 años recibieron la noticia de su infarto.
Islas Mocha y Santa María, además de Cobquecura son algunos de las zonas de la Región del Bío Bío que, a pesar de sus atractivos naturales, sufren por la falta de atención de especialistas.
Hasta esos lugares apartados han llegado los Médicos del Aire, agrupación de voluntarios que viajan en avionetas a distintos puntos apartados y con precario equipamiento de salud, y que con el último viaje a Cobquecura se han atendido a más de mil 800 personas.
Sin embargo, de no ser por la destacada labor del radiólogo Javier Opazo, dicho proyecto no habría existido.
Así lo afirmó el otro fundador, Felipe Schlack, quien, junto al resto del equipo de voluntarios lamentó el fallecimiento del médico de 40 años, quien la noche del miércoles sufrió un ataque cardíaco, sorprendiendo a sus familiares y amigos.
El médico, hijo del ex director del Hospital Regional Guillermo Grant Benavente, Sergio Opazo, está siendo velado en la iglesia San Agustín de Concepción.
Los funerales, en tanto, se efectuarán hoy -luego de la misa que se realizará al mediodía-, en el Cementerio Parque del Sendero, donde descansará en el nicho familiar.
ESPÍRITU DE AYUDA
El lazo que une a Schlack con Opazo es largo, y se remonta a la época estudiantil. "Fuimos compañeros de colegio toda la vida y por esas cosas inexplicables, después terminamos siendo vecinos, él vivía al frente mío y siempre me decía que si tenía un problema médico, cruzara la calle y fuera a verlo", recuerda el piloto del Club Aéreo de Concepción.
Y fue esa cercanía la que los llevó a crear el proyecto de los Médicos del Aire.
"Como soy piloto civil, me tocó ir varias veces a la isla Santa María porque a veces nos piden hacer evacuaciones de emergencia. Un día Javier me preguntó qué podíamos hacer para ayudar y yo le conté sobre la carencia de médicos allá. Entonces él me dijo, bueno, ya que tú vuelas y yo tengo mi ecógrafo, por qué no vamos a ayudar", cuenta.
Con ese objetivo volaron a la isla, "allí nos fuimos caminando hasta el retén de Carabineros, les contamos lo que queríamos hacer y nos llevaron a la posta, donde le explicamos todo a la paramédico de turno. De repente empezó a llegar mucha gente y nos dimos cuenta del efecto de lo que estábamos haciendo", narra.
Ese primer viaje, con un piloto y un médico se convirtió rápidamente en un proyecto compuesto por 13 médicos especialistas, equipos de oftalmología y ecografía, siete aviones y nueve pilotos.
Su energía, su compromiso de ser un aporte desde su profesión y su alegría son elementos que, tras su pérdida, hoy sus amigos y compañeros extrañan.
Así fue como el piloto lo recuerda. "Esto fue un golpe súper duro porque Javier significa mucho para nosotros por su rol en los Médicos del Aire, él era nuestro radiólogo, no tenemos otro, pero además era un gran amigo, una gran persona en todo sentido", manifiesta.
De hecho, tal era el afecto, que tras saberse el infarto que el médico había sufrido, los cardiólogos y miembros de la agrupación, Germán Arriagada y Reinaldo Venegas llegaron hasta su casa con el fin de ayudar, sin embargo, "no se pudo hacer nada. Fue terrible no poder salvar a un amigo".
No obstante, las mencionadas características fueron, según afirma Schlack, reconocidas también por las personas a quienes atendió. "Cuando íbamos a los operativos la gente lo quería mucho. Él volvía con huevos de campo, pan amasado y tortillas que le regalaban como agradecimiento. Les cambiaba la vida porque llegaba con atención a lugares abandonados", sostiene.
DOLOR FAMILIAR
La sorpresiva muerte de Javier Opazo no sólo golpeó a sus amigos. Dentro de su familia la noticia no termina de afectar.
Según afirma su padre, Sergio Opazo, se trata de un gran pérdida para la Región.
"Javier era un médico que cumplió hace poco 40 años, por lo tanto estaba en el esplendor de su carrera profesional. Estuvo en Francia, pasó cuatro años en formación completa y en París fue aprobado con distinción máxima", detalla.
La labor del especialista se enmarca en un amplio espacio, desempeñándose tanto en el Hospital Regional Guillermo Gran Benavente como en diversas clínicas, además de un arduo trabajo de desarrollo de distintos software de radiología cardiovascular.
En cuanto al ámbito familiar, Opazo estaba casado con una enfermera que trabaja en la UCI quirúrgica, con quien tenía tres hijos (de 14, 8 y 5 años). "Eso es lo que nos duele más, porque los abuelos no reemplazan a los padre", manifiesta el ex director del Hospital Regional.
Según agrega, el médico tenía dentro de sus grandes aficiones "el trabajo de ayuda con los Médicos de Aire, lo que le permitió llegar a lugares apartados".
"Como familia estamos consternados", afirma su padre, quien explicó que el radiólogo, a pesar de no tener problemas de salud, ya contaba con factores de riesgo.
"Se sintió mal después de un partido de rugby, tuvo un preinfarto y no alcanzó a ser auxiliado. Tuvo un desvanecimiento y su señora trató de hacer maniobra de resucitación. Posteriormente recibió la atención adecuada, pero no alcanzó a salvarse", lamenta.
Su aporte es, a juicio del ex director, uno de las grandes pérdidas. "No es porque yo sea su papá, pero perdemos un tremendo médico radiólogo de la Región, que es irremplazable. Va a costar seguir adelante", finaliza.