De calidad, ahora sí
Ahora que terminó el año, los exámenes de repetición y las postulaciones a las universidades, es tiempo de pensar en una educación de calidad. Comencemos notando que lo que se imparte en las universidades chilenas -y quizás en muchos colegios- no es educación sino instrucción o capacitación. Esta afirmación no pretende ser peyorativa, es simplemente un constatación de que lo que se enseña en casi todas las carreras de casi todas las universidades son cosas prácticas, útiles. La importancia y necesidad de lo útil y práctico es clarísima. Primum vivere deinde philosophari.
Ahora bien, la realidad no se agota en lo útil. Es aquí donde empezamos a hablar de educación: en lo que se refiere a la realidad y al ser humano como un todo, y no sólo a alguno de sus aspectos. Para aterrizar esto: la investigación y enseñanza acerca de cosas como el sentido de la historia, el valor del placer, el significado de la justicia, el amor y la amistad, el sentido del sacrificio y el dolor, es decir, el estudio acerca de cómo es la realidad y cómo conviene vivir, suele estar bastante ausente de nuestras aulas. Sin embargo, sin una orientación final lo útil, lo técnico, carece de sentido. Por eso, no hay nada más práctico que una buena teoría.
Tampoco es que los estudiantes vayan a la educación superior a buscar eso. Por lo mismo, insisto, debería hablarse de capacitación o instrucción, por sofisticada que sea. El problema está en que muchísimos estudiantes dan la impresión de tener las cuestiones fundamentales resueltas. No está muy claro cómo; no parece que hablen mucho sobre estos temas con sus padres, por ejemplo. Tampoco parece ser que haya mucha disposición a cuestionar que antes de los veinte todavía queda mucho por aprender sobre estas cosas, a aceptar que ese aprendizaje puede venir de la experiencia de otros y que esa experiencia ajena puede estar también en libros.
Es cierto que en la mayoría de las universidades se imparten cursos llamados de formación general, ética, etc. Pero seamos sinceros, son un barniz que no penetra el carácter de las instituciones. Son los parientes pobres de los demás ramos. Están ahí para que no se diga que se descuida la formación integral del estudiante, pero son un quiste que no logra integrarse, que no puede aspirar a más que ser tolerado en su lugar periférico. Por supuesto que todas las universidades negarán el contenido de este párrafo, pero hay que ver cómo funcionan en la práctica.
Por lo anterior, el alumno que quiera una educación de calidad, lo que en otros tiempos y lugares se llamaba educación liberal -porque sólo el hombre libre puede dedicarse a las cosas más elevadas- tendrá que buscarla en otro lugar: en la lectura y en la conversación con personas de inquietudes similares. La universidad hoy se encuentra enfocada a lo práctico, y el conocimiento que imparte, fragmentado. Buscar una visión comprehensiva de la realidad será una misión personal en compañía de unos pocos. Si el estudiante tiene suerte, algún profesor despertará esa inquietud y algunos amigos lo acompañarán.