Como Colo Colo no había
Mis tíos Capello eran dirigentes y fanáticos de Audax Italiano.
Recuerdo de memoria el equipo de 1950, porque ellos me llevaban a las tribunas desde muy pequeño. Siempre trataron de entusiasmarme, especialmente Jorge Capello y Jorge Barra.
Pero pronto Alfredo Bravo -casado con Marina Capello- me tomó de la mano y me acompañó todos los domingo al Estadio Nacional.
Sentado debajo del tablero marcador comencé a aplaudir las atajadas de Misael Escuti; el vigor de Arturo Farías, el defensa central; la fuerza sureña de Caupolicán Peña; la pintoresca figura del "Mono" Núñez.
Mi admiración creció después con la venida de Jorge Robledo, iquiqueño que creció y triunfó en el fútbol de Inglaterra, junto con su hermano Eduardo.
Antonino Vera -riguroso, analítico y disciplinado redactor de la famosa revista deportiva "Estadio"- decía que "el futbol chileno se divide antes de Robledo y después de Robledo".
Luego me extasié con Enrique "Cua Cua" Hormazábal -pícaro excepcional, famoso por sus pases de 40 metros-, a quien Julio Martínez y Raúl Hernán Leppé consideraban "el mejor jugador chileno de todos los tiempos".
Admiré, entre otros, a "Chita" Cruz, "Chamaco" Valdés y a Carlos Caszely.
Dolorosamente en los últimos años, Colo Colo se ha apagado y se alejó de la valentía del himno.
Los intereses de los empresarios que no saben de fútbol y los especialistas discrepan. Traen a jugadores extranjeros que jamás deberían haber vestido la camiseta blanca con la insignia del Indio ganador. Tal vez ni saben por qué llevan luto y desconocen la épica historia de David Arellano.
Tengo la esperanza de que vuelvan a triunfar, a llenar el Estadio Monumental, a agigantarse con el grito de gol.
Siempre fue un equipo ofensivo. Hoy nos ofende con sus malas actuaciones.
Pero no perdemos la fe.