Políticos
Cuando se aproximan las elecciones, vemos tapizadas las calles con fotos y nombres de personas que aspiran a ocupar cargos políticos. Sí, porque además de la elección presidencial, el domingo 17 de noviembre elegiremos a diputados, senadores y consejeros regionales.
Cada uno de ellos promete cambiar lo malo y mantener lo bueno, y trata de aparecer como la mejor alternativa ante nuestros ojos. Tal como cuando buscamos trabajo y enviamos nuestro curriculum vitae a cada posible empleador, los políticos muestran sus virtudes ante nosotros en época de elecciones. Es su propia forma de buscar (o mantener) su trabajo.
Nuestro trabajo consiste entonces, siguiendo la analogía, en elegir al mejor candidato. Deberíamos revisar su experiencia, su desempeño en el cargo u otros antecedentes similares, además de lo que propone para mejorar nuestro distrito, circunscripción, región o incluso el país. Es importante saber qué piensa cada candidato respecto de cada tema, para compararlo con nuestra propia visión, pero debemos saber que, una vez electos, lo que cada político pueda hacer dependerá de los demás que resulten electos y en particular del sistema para llevar a cabo cualquier reforma.
Entonces, debemos tener claro qué atribuciones tendrá cada político una vez que llegue al cargo. Porque los diputados y senadores no tienen capacidad para construir puentes, hospitales o colegios. Sí pueden aprobar dichas iniciativas si es que el presidente les pregunta, pero ellos no pueden tomar la iniciativa en tales proyectos. Los consejeros regionales no aprueban leyes, pero votan a favor o en contra de proyectos de carácter regional cuando el intendente les pregunta.
Lo relevante es qué ofrece cada uno y si lo creemos capaz de conseguir aquello que promete. Porque a veces somos injustos con los políticos (yo mismo lo he sido en esta columna) pero parecemos olvidar que nosotros los elegimos. Si ellos hacen promesas que no pueden cumplir es culpa nuestra si les creemos. Si ellos basan su campaña en gastar mucho dinero para tapizar las calles es porque nosotros respondemos a eso. Las pequeñas peleas de que si éste fue a un acto o no, que si el otro lleva a la señora, que si el tercero se la pasa en tribunales, son simples hechos que nos sirven para verificar si los candidatos son coherentes con su discurso o no.
Si como votantes pusiéramos el énfasis en las propuestas de fondo, en la credibilidad de los programas en lugar de la forma en que se presentan, los candidatos tendrían que responder a eso, pero como no lo hacemos, terminamos con calles llenas de afiches y rayados en lugar de tener una clase política proactiva.
Al final, nadie puede decirle a otro porqué votar por un candidato u otro. Sin embargo, si queremos elevar el nivel de la discusión debemos usar estándares más altos al elegir. Si no, disfrutemos a los políticos que nos merecemos en lugar de criticarlos.